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El Vino y el Aceite
Tan únicos y con tantas similitudes. Si hay dos productos singulares en su relación con los consumidores, son el vino y el aceite, ambos han generado una auténtica cultura especializada en entender los menores matices de cada producto, en conocer las mejores cualidades y condiciones, en comprender sus mejores maridajes, en definitiva, en crear un universo propio con sus consumidores, donde poder multiplicar el valor de cada experiencia relacionada con el producto y su entorno.
Es lógico que en la producción, almacenamiento y embotellado de ambos productos se persiga de igual manera mantener la máxima calidad y preservar el mayor tiempo posible sus cualidades organolépticas. Tanto más cuanto mayor sea la calidad del producto tratado, pero también cuando se quiere prolongar el tiempo de conservación en aras de llegar a mercados más lejanos o más exigentes.
Gracias a sus características, el uso del nitrógeno o mezclas de éste con dióxido de carbono, están muy extendidos en todo el proceso de elaboración, embotellado y conservación del vino y del aceite. La adición de nitrógeno tiene como objetivo principal la prolongación de las características sensoriales del vino durante el periodo de conservación.
Nitrógeno
El nitrógeno evita los procesos oxidativos y el desarrollo de microorganismos aerobios por desplazamiento del oxígeno permitiendo la reducción de la dosis de dióxido de azufre. (+ info)
Dióxido de carbono
Las especiales características del dióxido de carbono (CO2) son también utilizadas para distintas aplicaciones en distintas fases de la elaboración de vinos de calidad. (+ info)
Oxígeno
Otro gas empleado en procesos de fermentación es el oxígeno. El mosto necesita una cantidad determinada de oxígeno para que la fermentación se realice correctamente. (+ info)
Hidrógeno
En la hidrogenación de aceites y grasas. (+ info)